Durante un lapso de dos semanas, a comienzos de
1996, el jugador profesional de básquetbol Magic Johnson volvió a jugar en Los
Ángeles Lakers después de una ausencia de más de cuatro años, debido a un test
positivo de VIH. Asimismo, el boxeador profesional Tommy Morrison fue
diagnosticado VIH positivo antes de competir en un match programado en Las
Vegas. Estos hechos ilustran dos aspectos contrastantes del impacto de le
epidemia de VIH/SIDA en el mundo del deporte.
El regreso durante tres meses al circuito
profesional de Johnson demostró que los individuos VIH positivos pueden tener
vidas sanas y activas. Johnson enfatizó que su posterior retiro a mediados de
mayo de 1996 no se relacionó con su salud, sino que quería tener la oportunidad
en sus propios términos, algo que no pudo hacer en 1992.
En comparación, el test VIH positivo de Morrison
reactivó los temores de que un individuo podía infectarse durante una
competencia deportiva. Morrison anunció, en primer lugar, que no volvería a
boxear, pero el 3 de noviembre de 1996, en Tokio, derrotó a Marcus Rhode en una
pelea en la categoría pero pesado. Rohde aseguró, después de la pelea, que
nunca había estado preocupado por contraer el VIH en el cuadrilátero.
Mientras estos hechos han llamado la atención acerca
de la creciente necesidad de educar a atletas, tanto profesionales como
amateurs sobre los riesgos de transmisión del VIH, también aumentó el temor
acerca de la transmisión en el campo de juego. Las posibilidades de contraer la
infección por VIH en el campo de juego son remotas, salgo en el ring de boxeo,
donde los boxeadores suelen tener heridas cortantes y hemorragias en forma
conjunta. En un estudio publicado en 1995, investigadores de los Centers for
Disease Control and Prevention afirmaron que las posibilidades de contraer el
VIH durante una competencia deportiva - salvo el box - superan una en un
millón.
No hay evidencias de que exista el riesgo de
transmisión del VIH cuando personas infectadas que practican un deporte no
muestran heridas sangrantes u otras lesiones de la piel. No existen casos documentados
de infección por VIH adquirida a través de la participación en deportes.
Los individuos infectados por VIH pueden participar
en deportes. De hecho, el ejercicio suele ser recomendado. Cada caso de
infección por VIH de un atleta debería ser juzgado individualmente, de acuerdo
al estado físico y mental de cada deportista y a la naturaleza del deporte que
él o ella practiquen.
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Politicas Hacia Vih/Sida De Asociaciones
Deportivas ð Basándose en la evidencia de que el VIH no suele transmitirse
durante las prácticas o competencias, los expertos coinciden en afirmar que los
deportistas infectados por VIH no deberían ser rutinariamente excluidos de las
prácticas y de las competencias. Las organizaciones deportivas, como otras que
patrocinan programas deportivos, deberían desarrollar políticas para sus
equipos, colegios u organizaciones.
La National Collegiate Athletic Association (NCAA),
la National Federation of State High Schools Associations, la American Academy
of Pediatrics y la Organización Mundial de la Salud han publicado trabajos
científicos de peso con referencia a este tema. Establecer políticas con
respecto al status del VIH, participación, testeo y le manejo de la sangre
permite tomar decisiones objetivas a quienes deben confrontarse con estos
hechos. Todos los miembros de un equipo, como también sus entrenadores, deben
estar informados acerca de las políticas a seguir, de tal manera que pueden
conocer las normativas.
Este
riesgo teórico de transmisión del VIH a través de la actividad deportiva debe
ser tenido en cuenta. Cualquiera que entre en contacto con sangre a partir de
una herida producida durante una competencia o actividad deportiva debe seguir
lineamientos universales.
El tema del test obligatorio del VIH para atletas ha
desatado discusiones con respecto al deporte y al VIH. Varias asociaciones
profesionales deportivas sugieren, pero no exigen, el test. La excepción se da
en el boxeo. Con anterioridad al anuncio de Morrison los tests de VIH eran
obligatorios para los boxeadores que competían en Nevada, Oregón, Washington y
Arizona, y en Gran Bretaña. Como consecuencia directa del anuncio de Morrison,
la Comisión de Boxeo de Nueva York anunció el 14 de febrero de 1996 que todos
los boxeadores debían hacerse un test anual de anticuerpo del VIH antes de
permitírseles competir en Nueva York.
El 7 de mazo del mismo año, la New Kersey Athletic
Control Board impuso el test obligatorio para boxeadores de ese Estado.
El 30 de abril, el parlamento de Pennsylvania aprobó
una ley imponiendo la obligatoriedad del test del VIH para cualquiera que
compitiera en matches de box en ese Estado.
Morrison evitó estos controles en Tokio al regresar
al cuadrilátero, en una competencia aprobada por la Comisión Japonesa de Boxeo,
que carece de reglas con respecto a los boxeadores VIH positivos. Sin embargo,
la Federación de Box votó en 1993 una norma para que los boxeadores presenten
evidencias de que no están infectados por VIH antes de competir por el título.
A partir de la revelación del campeón olímpico de
saltos ornamentales Greg Louganis de que era VIH positivo, mientras competía en
las Olimpíadas de 1988, directivos olímpicos internacionales manifestaron que
no pensaban cambiar las normativas existentes. Si bien han adoptado
lineamientos estrictos en materia de heridas sangrantes, no exigen el test del
VIH para los atletas.
Para la Organización Mundial de la Salud, un test de
rutina para todos los atletas es innecesario, poco práctico e inmanejable, como
también costoso. Pero casi dos tercios de los atletas universitarios que
participan en deportes que implican entrar en contacto apoyarían una
reglamentación que restringiera intervenir en competencias a deportistas
infectos por VIH.
Las actitudes discriminatorias surgieron en la
National Basketball Association (NBA) en 1992, cuando Magic Johnson intentó por
primera vez regresar al circuito profesional con los Lakers. A pesar de su
buena salud, decidió retirarse antes que enfrentar la discriminación. Sin
embargo, la NBA llevó a cabo en los años venideros un exhaustivo programa de
educación, y fueron pocos los jugadores que pusieron objeciones cuando Johnson
regresó a al actividad deportiva el 30 de enero de 1996.
El riesgo primario para los atletas de contraer la
infección por VIH son los mismos que enfrentan aquellos que no son atletas, es
decir, tener sexo sin protección y compartir agujas. Algunos estudios han
demostrado que los atletas más proclives a un estilo de vida con conductas más
riesgosas que los no atletas. Las hazañas físicas de numerosos atletas los
lleva a creer que son invencibles y, por lo tanto, no toman las precauciones
necesarias para minimizar los riesgos.
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